domingo, mayo 24

De Conception.

“Y ahora voy tratando de evitar algo que me conmueva, hibernando como un animal en una cueva…”

Las personas se han vuelto desechables en mi vida, aunque intente proyectar en ellos que soy yo la desechada constantemente. Tras la repentina muerte de mi papá me he esforzado en aceptar que todos están de paso… y los que se quedan un poco más, de un día para otro escaparán. Prefiero no establecer vínculos afectivos con otro ser humano pues he perdido mi fe en las relaciones, en el apego, en los nexos. Intento prohibirme ser incondicional con los demás y me niego a gastar cariño en alguien que, de un momento a otro, me abandone, traicione o se convierta en una sombra que tape el sol. Soy la tía Robin, blanca, despeinada y rechoncha, empeñada en alcanzar el éxito profesional, entusiasta de los apartamentos tipo estudio y los perritos, sin ánimos de perpetuar la especie humana.

Hasta que un día algo –que en realidad es alguien- inspira a desconectar la energía del cercado eléctrico que protege mi alma –sistema límbico- y todo aquel discurso repleto de muchísima BULLSHIT es continuado tras cada punto por una excepción. Adiós Robin Scherbatsky, hola Bella Duermiente, Wendy, Jamie Sullivan, Katniss, Bella Swan, Hazel Grace, bienvenida de vuelta a la esperanza irremediable por recibir el corno francés azul, el beso que despierta de un letargo, el dedal, la estrella en el cielo, los trozos de pan, la inmortalidad, el último deseo…
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Recientemente me sucedió una serendipia. Estaba tan concentrada en una búsqueda –mejor dicho, una persecución- sin el más mínimo sentido común –el menos común de los sentidos en lo que se refiere al sujeto en cuestión, yo- que me había convertido en una hipermétrope con lo que me rodeaba muy, muy de cerca. Y la verdad, no podría identificar un momento especifico cuando empecé a notar –y más que eso, sentir ternura por- la manera como pasa la mano por su nariz cuando tiene rinitis –al mejor estilo de un adicto al crack. A deleitarme con sus camisas, preferiblemente las oscuras. A voltear discretamente en su dirección para embriagarme de su aroma. A sentir un deseo desproporcionado cuando baila. A sonreír como la propia fan enamorada cuando expone sus concepcionadas y en ese orden de ideas a experimentar un irracional entusiasmo a las 7:00 am porque ahí va a estar él. A aceptar sus paroxismo de estrés tipo 5:00 de la mañana. A anhelar cada guardia juntos para dormirme en su pecho, protegida, llena de paz.

“I really really really really really really like you, and i want you, do you want me, do you want me too?”

Quizás fue en la casa de playa, la primera vez que me tendió su brazo y yo me dormí acurrucada a él. O en alguna de esas ocasiones cuando me tomó de la mano y yo sentí confort. Aunque el evento que considero más definitorio fue la tarde que almorzamos en ese restaurante donde el mesonero no quiso buscarle una cerveza a Felito… entonces, mientras esperábamos para pagar, el me abrazó y dijo: "¿a veces no te provoca estar así con alguien?”… si, pensé, contigo ahora y sin interrupciones por favor. Fue el detonante de todas las emociones que venían acumulándose. El propulsor a recostarme junto a el en esa ¿afrodisíaca hamaca? Y sentir la imperante necesidad de besarlo… pero no hacerlo y el domingo pasar el día…

“Ella tiene una foto mía y ya me la puedo imaginar lo que hace cuando está solita, pero no le voy a preguntar…”

Y tampoco me pregunten que pensaba al cometer el sacrilegio de citar un burdo reggeaton en mi blog. En fin, efectos colaterales –que acepto y disfruto culposamente- de mi postgrado.  

Me imagino que Angela del último trimestre del 2014 exclamaría –con su cara de obstinación crónica, por supuesto- un YOU GOT TO BE KIDDING ME, si me sentara a contarle sobre ese inesperado giro en la trama de sus emociones. Se quedaría –igual que algunos testigos- boquiabierta al escuchar los acontecimientos de las últimas noches, esos que yo, Angela del presente, reproduce con frecuencia. Pero definitivamente sufrirá un ataque de pánico cuando lea que:

No es un juego, no es echadera de broma, no me pareces -y cito esa proyección- un niño ni un “amiguito” más. Soy yo diciéndote sin ironías que me gustas –mucho- y adoraría la idea de… ¿crear algo –que no sea un embarazo precoz- contigo?


Porque, bien dijo Anna Scott en Nothing Hill,  

"...Solo soy una chica, parada frente a un chico, pidiéndole que la quiera..."

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