“Y ahora voy tratando de evitar algo que me conmueva,
hibernando como un animal en una cueva…”
Las personas se han vuelto
desechables en mi vida, aunque intente proyectar en ellos que soy yo la
desechada constantemente. Tras la repentina muerte de mi papá me he esforzado
en aceptar que todos están de paso… y los que se quedan un poco más, de un día
para otro escaparán. Prefiero no establecer vínculos afectivos con otro ser
humano pues he perdido mi fe en las relaciones, en el apego, en los nexos.
Intento prohibirme ser incondicional con los demás y me niego a gastar cariño
en alguien que, de un momento a otro, me abandone, traicione o se convierta en
una sombra que tape el sol. Soy la tía Robin, blanca, despeinada y rechoncha,
empeñada en alcanzar el éxito profesional, entusiasta de los apartamentos tipo
estudio y los perritos, sin ánimos de perpetuar la especie humana.
Hasta que un día algo –que en
realidad es alguien- inspira a desconectar la energía del cercado eléctrico que
protege mi alma –sistema límbico- y todo aquel discurso repleto de muchísima
BULLSHIT es continuado tras cada punto por una excepción. Adiós Robin
Scherbatsky, hola Bella Duermiente, Wendy, Jamie Sullivan, Katniss, Bella Swan,
Hazel Grace, bienvenida de vuelta a la esperanza irremediable por recibir el
corno francés azul, el beso que despierta de un letargo, el dedal, la estrella
en el cielo, los trozos de pan, la inmortalidad, el último deseo…
.
Recientemente me sucedió una serendipia. Estaba tan concentrada
en una búsqueda –mejor dicho, una persecución- sin el más mínimo sentido común
–el menos común de los sentidos en lo que se refiere al sujeto en cuestión, yo-
que me había convertido en una hipermétrope con lo que me rodeaba muy, muy de
cerca. Y la verdad, no podría identificar un momento especifico cuando empecé a
notar –y más que eso, sentir ternura por- la manera como pasa la mano por su
nariz cuando tiene rinitis –al mejor estilo de un adicto al crack. A deleitarme
con sus camisas, preferiblemente las oscuras. A voltear discretamente en su dirección
para embriagarme de su aroma. A sentir un deseo desproporcionado cuando baila. A
sonreír como la propia fan enamorada cuando expone sus concepcionadas y en ese
orden de ideas a experimentar un irracional entusiasmo a las 7:00 am porque ahí
va a estar él. A aceptar sus paroxismo de estrés tipo 5:00 de la mañana. A anhelar
cada guardia juntos para dormirme en su pecho, protegida, llena de paz.
“I really really really really really really
like you, and i want you, do you want me, do you want me too?”
Quizás fue en la casa de playa, la primera vez que me tendió
su brazo y yo me dormí acurrucada a él. O en alguna de esas ocasiones cuando me
tomó de la mano y yo sentí confort. Aunque el evento que considero más definitorio
fue la tarde que almorzamos en ese restaurante donde el mesonero no quiso
buscarle una cerveza a Felito… entonces, mientras esperábamos para pagar, el me
abrazó y dijo: "¿a veces no te provoca estar así con alguien?”… si, pensé,
contigo ahora y sin interrupciones por favor. Fue el detonante de todas las
emociones que venían acumulándose. El propulsor a recostarme junto a el en esa
¿afrodisíaca hamaca? Y sentir la imperante necesidad de besarlo… pero no
hacerlo y el domingo pasar el día…
“Ella tiene una foto mía y ya me la puedo imaginar lo que
hace cuando está solita, pero no le voy a preguntar…”
Y tampoco me pregunten que pensaba al cometer el sacrilegio
de citar un burdo reggeaton en mi blog. En fin, efectos colaterales –que acepto
y disfruto culposamente- de mi postgrado.
Me imagino que Angela del último trimestre del 2014 exclamaría
–con su cara de obstinación crónica, por supuesto- un YOU GOT TO BE KIDDING ME,
si me sentara a contarle sobre ese inesperado giro en la trama de sus emociones.
Se quedaría –igual que algunos testigos- boquiabierta al escuchar los acontecimientos
de las últimas noches, esos que yo, Angela del presente, reproduce con
frecuencia. Pero definitivamente sufrirá un ataque de pánico cuando lea que:
No es un juego, no es echadera de broma, no me pareces -y cito esa proyección- un
niño ni un “amiguito” más. Soy yo diciéndote sin ironías que me gustas –mucho-
y adoraría la idea de… ¿crear algo –que no sea un embarazo precoz- contigo?
Porque, bien dijo Anna Scott en Nothing Hill,
"...Solo soy una chica, parada frente a un chico, pidiéndole que la quiera..."
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