viernes, diciembre 26

De cómo me porté durante el 2014.



Querido Papá Noel, en primer lugar nótese que te respeto lo suficiente para llamarte Noel y no Nicolás. Antes de pasar al punto principal de la presente, quiero aprovechar algunas líneas para filosofar sobre la relatividad de las cosas. ¿Acaso existe una verdad absoluta sobre el bien/lo bueno y el mal/lo malo? Considero, humildemente, que no. Toda acción y comportamiento está condicionada por el contexto en que surja y cada quien juzgará según criterio propio. En este sentido, con toda la objetividad que me caracteriza, quiero informarte que durante este año fui una niña muy buena –buena… medio buena… que está buena… que está medio buena… tu entiendes- y me porté muy bien –o no tan mal.

A conciencia, no probé tantas sustancias psicoactivas. Me embriagué un par –de docenas- de veces pero quiero aclarar que solo bastaban dos vasos de cualquier bebida alcohólica para alcanzar el estado de embriaguez y eso… eso habla a favor de mi hígado no alcohólico cuya maquinaria enzimática colapsa con facilidad por no estar acostumbrada a una rutina etílica. Si, también fumé marihuana… UNA SOLA VEZ y eso… eso tiene mérito porque la paz y felicidad que se sienten en cada nota es suficiente razón para legalizar aunque sea una cajita de porros al mes. En cuanto a mi dependencia por el Alivet tan solo duró una semana… o dos… porque necesitaba la clorfeniramina para combatir mi congestión nasal y más tarde el insomnio que trajo la depresión de esos días.

No me hice ningún tatuaje ni tampoco piercings… al menos no en esos lugares donde no pega el sol. El saldo total fue de dos perforaciones muy convencionales, realizadas por mi persona siguiendo un estricto régimen  de asepsia y antisepsia. No fueron planificadas, simplemente son el resultado de dos crisis emocionales que preferí no manejar automedicándome ansiolíticos ni antidepresivos -que hubiese ampliado el listado de sustancias psicoactivas ingeridas, pero no. En definitiva, esto no me califica dentro del top 10 de dignos representantes del arte corporal y eso es lo más relevante de este asunto. 

Fui una persona –más o menos- social… casi todo el año. Formé parte de un círculo de amistades muy bien acoplados: juntos nos taponamos las arterias con los ateromas de nuestros almuerzos y cenas no nutritivas; juntos nos salió lipa e iniciamos una rutina fitness que abandonamos a los pocos días; juntos cantamos en karaoke y nos emborrachamos hasta la inconciencia; juntos colapsamos en el proceso de recolectar/introducir los papeles para optar a los postgrados de nuestra preferencia; juntos cometimos delitos menores, faltamos al trabajo, inventamos historias fantásticas para encubrirnos y fingimos demencia; juntos superamos las crisis y enfrentamos los monstruos internos que nos afligían. Luego de esa descripción, creo que no  te parecerá tan mal el hecho de que –el zorro pierde el pelo pero no las mañas- un día me hastié y regresé a mi segura, bonita y cómoda burbuja asocial. 

Mientras un alto porcentaje de mis contactos de Facebook se convirtieron en padres, yo compré condones en dos oportunidades y usé pastillas anticonceptivas que agrandaron mis caderas con la importante finalidad de prevenir un embarazo precoz. El incidente de la prueba de embarazo, en mi mundo HCG beta cualitativa –que por cierto fue NEGATIVA-, estuvo motivado más por mi paranoia que por un retraso menstrual verdadero, así que no lo tomaremos en cuenta. También prefiero que ignoremos mi status de promiscua –de acuerdo a la definición de la OMS- adquirido durante el segundo semestre del año… no hay que exagerar, fueron dos personas, tampoco es que me convertí en Samantha Jones.

Siempre dije la verdad… o más bien lo que la gente necesitaba escuchar. Utilicé las dos técnicas de Joey Tribianni: a) Decir si a todo. ¿El paciente tiene Rx de hoy? . ¿Ya la hemoglobina está por encima de 10 mg/dl? ¡Por supuesto! ¿Puedes tener el preoperatorio listo para las 8:00am? ¡Claro! Lo importante era que mis pacientes –especialmente los que ameritaban los servicios de los mojoneados de cirugía de tórax- entraran en el plan de intervenciones, todo lo demás se podía solucionar con una amplia sonrisa, un momento Lupita Ferrer o un lavado de cerebro a mi especialista para que llegara antes de las 8:00am. B) La teoría del mapache. Marvy hoy voy a salir y no vendré a dormir, le decía a mi progenitora. ¿Y dónde te quedarás? Preguntaba ella con suspicacia. Yo improvisaba: un mapache nos invitó a su casa de playa, grande, 5 cuartos… o unos mapaches destruyeron los cauchos de todos los taxis en Macondo, ¿cómo me regreso así?… o es que el otro día regresaba a casa y un mapache intentó asaltarme y… cualquier cosa sonaba mejor que voy a dormir en casa de un hombre. Técnicamente, en dimensiones paralelas, todo esto es cierto ¿no?

No maldije ni vociferé groserías… no frente a otras personas. Tampoco ofendí a nadie… este mes. Ok, está bien, me declaro culpable por aplicarle el látigo de la indiferencia –hace dos días- a esa prima mía que me despreció durante la infancia-pubertad y ahora viene con el empeño hollywoodense de reconciliarnos. No guardo odio ni rencor en mi corazón… no desde la semana pasada cuando, un poquito pasada de tragos, escupí el ácido que corría por mis atrios y ventrículos a los seres que en primera instancia me lo inocularon. No fui racista ni clasista y a pesar de todas las provocaciones tampoco emití comentarios xenófobos frente al ecuatoriano ni la boliviana. No le eché el carro encima a mis motivos de ira, aunque si colisioné contra 3 micas de un carro mientras me estacionaba en retroceso, por el bien de todos hui de la escena. Pero si respeté semáforos en rojo, pasos peatonales y técnicamente no sobrepasé ningún límite de velocidad –yo nunca vi un anuncio tipo Velocidad Máxima 100 kms/h.   

Entré al postgrado de pediatría, gracias a mi perseverancia, horas de estudios y tres secretarias que movieron cielo y tierra para entregarme los documentos –con las respectivas correcciones, no entremos en detalles- para armar mi carpeta. Equipé mi biblioteca pediátrica… que no he usado en absoluto. Organicé mi habitación… durante 3 meses. Fui generosa… despilfarrando en ropa, zapatos, carteras, accesorios y libros en mi escapada a Caracas. Encontré nuevos objetos de culto: Natuchips, Te Listo de durazno y How I Met Your Mother. No robé… pero si hurté un par de tonterías. 

Tras leer todo mi recuento del 2014 y considerando que hoy es 26 de diciembre, descuida Papá Noel, algunas de las personas maravillosas que forman parte del elenco de mi vida ya se te adelantaron con la entrega de obsequios –Lengen ‘WAIT FOR IT’ dary- y yo… mientras compraba los regalos de mis seres queridos -y de un negro peludo a quien no sé si algún día le entregaré los suyos-, me premié por sobrevivir a un 2014 
young and wild.

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