Mi amor por neonatología nació hace varios semestres
atrás cuando, superadas las 12 horas nocturnas correspondientes a mi guardia de
pediatría II, quedé profundamente enamorada del servicio que hospeda verdaderos
angelitos de carne y hueso. Desde entonces mi mamá suele relatar que si bien mi
bisabuela Angela –yo, Angela II F.- desempeñaba el cargo de camarera en un
hospital de Caracas, no se limitaba a ello y casi rutinariamente limpiaba,
vestía y si era necesario daba tetero, a cada recién nacido que llegaba al
mundo en la sala de parto de aquel lugar.
Para el segundo acto, su aclamada protagonista
Angela II F. –o sea, yo- se trasladó al siguiente escenario de esta obra; situado
a 9 pisos por encima del nivel del mar y hospedero de una buena cantidad de
neonatos poseedores de diversos pesos, tallas, padecimientos e incluso
prototipos de madres, se encuentra neonatología, servicio hospitalario que
debido a sus demandas cardiovasculares y empáticas-emocionales, no es apto para
toda clase de público.
Durante cada mañana de las dos semanas rotando por neonatología,
mis oficios obligatorios eran prácticamente inexistentes; el frágil estado de
salud que caracteriza a los bebés de esa sala, lógicamente amerita ser
monitorizado por un pediatra en formación bajo la supervisión de un neonatólogo
experto, MAS NO por una interna de pregrado como yo. Sin importar esto, cada
mañana que entraba a ese servicio ponía en marcha mis obligaciones autoimpuestas:
brindar cariño, consuelo y compañía a esas hermosas criaturas en su gran -e
injusta- batalla por vivir.
Fue en una de esas interacciones
Angela-neonato-Angela-mamá del neonato, cuando mi atención se centró –más- en
Alejandrito. “Doctora, últimamente mi bebé no mueve bien su piecito…” y esa
frase bastó para alarmarme y de inmediato ponerme en acción. Luego de
examinarlo rigurosamente y notificarles a mis superiores lo encontrado en el
examen físico, me permitieron solicitar la radiografía que posiblemente
determinó el futuro de Alejandrito…
Muchas investigaciones resaltan la importancia de
hablarles y proveerles calor humano, a aquellos neonatos que por diversas
razones no han sido dados de alta. Yo, Angela II F., creo fielmente en que los recién
nacidos con alguna enfermedad, necesitan de alguien que los acompañe a
atravesar el momento tan difícil que experimentan a tan corta edad. Porque sentir
una mano tibia que acaricia tu cabeza, escuchar la voz tierna que te da un poco
de aliento y ser abrigado por el amor humano, son necesidades de cualquier
persona que se las ve un poco negras, sin importar su edad.
Muchos de los bebés con los que interactué serán
arquitectos, médicos, ingenieros, maestros y cantantes famosos -porque así lo
decreté-… Alejandrito no escapó de ese lote; él será futbolista del Manchester
United –y quien llevará a la vinotinto al mundial de futbol, porque así lo
decreté- gracias a esa bendita operación que decidieron realizarle a su
piernita, tras confirmar por ecografía, una lesión observada en la radiografía
solicitada por la interna de pregrado Angela IIF. Yo puse un granito de arena
para mejorar el futuro de Alejandrito, y aunque él nunca sabrá quién soy –o más
bien, quien fui en su vida- la satisfacción que siento hoy es muy grande.
Porque NO HAY pócima o antídoto suficientemente
potente que inocule la indiferencia en mis vasos sanguíneos y erradique la empatía
de mi corazón.
Me encanta que hayas disfrutado mucho estar en neonatología, y me encanta también que hayas hecho algo bueno por Alejandrito :)
ResponderEliminarAmor, Alejandrito siempre será parte de nuestros recuerdos!
EliminarDebo decir que morí con esa ultima frase!
ResponderEliminarMe encanto! Me encanto! Me encanto!
Awww! Creo que he llegado a los corazones de mis contados lectores!!! =)
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