sábado, mayo 5

De pediatria III [segundo acto].


Mi amor por neonatología nació hace varios semestres atrás cuando, superadas las 12 horas nocturnas correspondientes a mi guardia de pediatría II, quedé profundamente enamorada del servicio que hospeda verdaderos angelitos de carne y hueso. Desde entonces mi mamá suele relatar que si bien mi bisabuela Angela yo, Angela II F.- desempeñaba el cargo de camarera en un hospital de Caracas, no se limitaba a ello y casi rutinariamente limpiaba, vestía y si era necesario daba tetero, a cada recién nacido que llegaba al mundo en la sala de parto de aquel lugar.

Para el segundo acto, su aclamada protagonista Angela II F. –o sea, yo- se trasladó al siguiente escenario de esta obra; situado a 9 pisos por encima del nivel del mar y hospedero de una buena cantidad de neonatos poseedores de diversos pesos, tallas, padecimientos e incluso prototipos de madres, se encuentra neonatología, servicio hospitalario que debido a sus demandas cardiovasculares y empáticas-emocionales, no es apto para toda clase de público.

Durante cada mañana de las dos semanas rotando por neonatología, mis oficios obligatorios eran prácticamente inexistentes; el frágil estado de salud que caracteriza a los bebés de esa sala, lógicamente amerita ser monitorizado por un pediatra en formación bajo la supervisión de un neonatólogo experto, MAS NO por una interna de pregrado como yo. Sin importar esto, cada mañana que entraba a ese servicio ponía en marcha mis obligaciones autoimpuestas: brindar cariño, consuelo y compañía a esas hermosas criaturas en su gran -e injusta- batalla por vivir.

Fue en una de esas interacciones Angela-neonato-Angela-mamá del neonato, cuando mi atención se centró –más- en Alejandrito. “Doctora, últimamente mi bebé no mueve bien su piecito…” y esa frase bastó para alarmarme y de inmediato ponerme en acción. Luego de examinarlo rigurosamente y notificarles a mis superiores lo encontrado en el examen físico, me permitieron solicitar la radiografía que posiblemente determinó el futuro de Alejandrito…

Muchas investigaciones resaltan la importancia de hablarles y proveerles calor humano, a aquellos neonatos que por diversas razones no han sido dados de alta. Yo, Angela II F., creo fielmente en que los recién nacidos con alguna enfermedad, necesitan de alguien que los acompañe a atravesar el momento tan difícil que experimentan a tan corta edad. Porque sentir una mano tibia que acaricia tu cabeza, escuchar la voz tierna que te da un poco de aliento y ser abrigado por el amor humano, son necesidades de cualquier persona que se las ve un poco negras, sin importar su edad.

Muchos de los bebés con los que interactué serán arquitectos, médicos, ingenieros, maestros y cantantes famosos -porque así lo decreté-… Alejandrito no escapó de ese lote; él será futbolista del Manchester United –y quien llevará a la vinotinto al mundial de futbol, porque así lo decreté- gracias a esa bendita operación que decidieron realizarle a su piernita, tras confirmar por ecografía, una lesión observada en la radiografía solicitada por la interna de pregrado Angela IIF. Yo puse un granito de arena para mejorar el futuro de Alejandrito, y aunque él nunca sabrá quién soy –o más bien, quien fui en su vida- la satisfacción que siento hoy es muy grande.

Porque NO HAY pócima o antídoto suficientemente potente que inocule la indiferencia en mis vasos sanguíneos y erradique la empatía de mi corazón.

4 comentarios:

  1. Me encanta que hayas disfrutado mucho estar en neonatología, y me encanta también que hayas hecho algo bueno por Alejandrito :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Amor, Alejandrito siempre será parte de nuestros recuerdos!

      Eliminar
  2. Debo decir que morí con esa ultima frase!
    Me encanto! Me encanto! Me encanto!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Awww! Creo que he llegado a los corazones de mis contados lectores!!! =)

      Eliminar