A medida que transcurres entre los caminos borrascosos de la vida y encuentras en el recorrido cualquier número de seres humanos con los cuales inevitablemente interactúas, notas la facilidad con la que cada uno de ellos logra adaptar una simple palabra a gran variedad de situaciones. Ejemplos:
¡Hay que ser bien miserable…! ¡Miserable hijo de p…! ¡Pobre, que miserable su vida…!
Miserable, palabra protagónica común en las tres expresiones; esta versatilidad para aplicarse a diferentes frases radica en su condición polisémica, definiéndose miserable como: persona pobre y necesitada de ayuda económica; individuo que intenta gastar menos de lo que podrían permitirse; e incluso, persona despreciable, que realiza actos perversos.
No obstante, en este post no hablaremos de lingüística ni lenguaje; hoy, a través de un caso que les he preparado, exploraremos los miserables de la vida real, esos que contrastan con los miserables de Víctor Hugo y que nos demuestran como la ficción anda en pañales mientras la realidad ya tiene bastón…
Caso: familia adinerada con un hijo a quien llamaremos –para mantener anónima la identidad de todos- Policarpio. Policarpio, rico de cuna y ególatra consumado, pasa sus días quejándose del mundo en que habita, del aire que respira y de la incomprensión “incomprensible” que debe soportar de las personas que lo rodean. Policarpio se lamenta con infortunados de cómo sus padres ignoran más que sus caprichos, reales necesidades.
Desde hace días tenia atragantada cual hueso de pollo en garganta, esta historia cuyo parecido con la realidad NO es coincidencia. Pensé que la tendencia de padres retrógrados y autoritarios había pasado de moda, pero ya veo que me he equivocado de nuevo… luego de internalizar el caso planteado anteriormente, empezaron mis interrogantes: ¿Cómo se puede ser tan miserable en la vida? ¿Cómo se puede ignorar con tanta facilidad el rol de padres? ¿Cómo se puede ser tan tacaño para negarle agasajos y comodidades a un hijo valioso?
¡QUE MISERABLES!
Frase despectiva que utilizan mis padres para catalogar a los tacaños… y es que precisamente, bien mezquino hay que ser para ver como tu hijo pasa una necesidad y tu no la solventas por gusto y gana. Señores, seamos claros, el dinero no es para tenerlo de adorno, el dinero es para comprar adornos, solventar necesidades y adquirir comodidades, porque como bien mi mamá
En la urna no te vas a llevar nada…
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