Era una tarde como cualquier otra en Cumaná. Un sol radiante adornaba el cielo y una brisa playera muy propia de aquellos años hacía tolerable el calor oriental. Mi mamá me tomaba de la mano mientras caminábamos por las aceras del mercado de Bangladesh cumanés, entiéndase el centro de la ciudad, al tiempo que mirábamos cuanta cosita, corotico o cuestioncita se asomaba a nuestro campo visual.
Decidimos -decidió, a los 7 años más o menos, uno no tiene tanta voz ni tanto voto, ¿para qué?- entrar en aquella tienda donde nos esperaba (como siempre digo) un destino muy lábil e inestable. Mirábamos algo que no recuerdo cuando empezó el estruendo, una mezcla de gritos y proyectiles disparados se trasladaba desde el piso de arriba para alarmarnos a todos abajo. Los policías arribaron al lugar, bajaron las santamarias del negocio y me hice, a tan corta edad, consciente de la muerte. Mi mamá, siempre una mujer tan valiente, logró que saliéramos de aquel lugar antes de que el destino final nos alcanzara...
Desde entonces desarrollé un miedo ¿irracional? hacia cualquier cosa que tuviera un sonido de detonación, no soportaba los cohetes y durante esa fase de mi vida la frase que me identificó fue "¿tiro o cohete?" Igualmente sucedía con las alarmas, si alguna sonaba se rompía la poca homeostasis que me caracterizaba... y vaya que se alteraba con frecuencia pues mi casa se separa por algunas cuadras de una clínica, la estación de bomberos y la policía. No quería salir de casa y cual efecto dominó, tampoco quería que ningún integrante de mi familia saliera. Exigía horas de llegada -si, a esa edad y a mis mayores- y si pasaban 10 minutos se desataba una crisis de nervios/llantos/mocos y desesperadas llamadas teléfonicas que sinceramente daban tristeza presenciar.
A mis actuales 18 años (si, tengo 18 años y voy terminando mi carrera, soy como Sheldon... y tal.) y con mis bien nutridos conocimientos psicológicos/psiquiátricos puedo decir con todas las letras que en ese tiempo sufrí un trastorno por estrés postraumático; tan pequeña y ya sufriendo de un tipo de ansiedad, supongo que debe estar escrito por letras divinas en el pergamino de mi vida. Se cree que niña Anlle superó su problema, pero adulta Anlle duda mucho que esa represión que practicó desde niña, haya servido lo suficiente como para sanar mi mente y mi alma.
Mi trauma silente e inactivo se ha exacerbado y sinceramente, a estas alturas de mi existencia no encuentro de donde aferrarme para más que domarlo, no dejarme domar tanto por el...
Hola Angela... ¿me recuerdas?
Hola srita. Desesperación, veo que sigues sin aprender que las visitas son como el pescado, a los tres días APESTAN. Oh, veo que no has venido sola, trajiste a tu mejor amiga -¿o pareja lésbica?- la srita. Ansiedad, hace tan poco se había ido y ya regresa a saludarme, caramba, he de caerle muy bien. Han llegado en el momento indicado, recién se acaba de marchar mi amado autocontrol, me dijo que si seguía conmigo se iba a agotar completamente y decidió aislarse un tiempo, normal pues. Solo se les ha adelantado el sr. pánico recurrente, creo que ha estado haciendo ejercicio porque cada vez cobra más fuerza y si no me equivoco vacío existencial andaba correteando por ahí con seguridad y con autoestima, cada vez que ellos se juntan suceden cosas muy raras, ambas siempre terminan medio perturbadas, ¿qué les hará en ese cuarto oscuro donde se meten? En fin... adelante, ¿les gusta Lady Gaga?
Escrito originalmente 09/07/2011
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