jueves, agosto 18

De mi alterego: La escalera de caracol.


Un mes y 2 semanas había sido el tiempo invertido por Julieta para conquistar a su nuevo jefe. Ella, una mujer voluptuosa, de piel canela y cabello planchado utilizó colonias de imitación, faldas apretadas desde la cintura con ruedo a la mitad de sus muslos y pintura labial roja, como armas infalibles para capturar entre sus redes a su superior.
Eran las 7:00 pm cuando salieron de la oficina, subieron al carro de él y se dirigieron al lugar donde ella aseguró cumplir todas sus fantasías. El hotel escogido por él era un lugar con decoración acogedora a pesar de que sus habitaciones eran utilizadas por un par de horas. La entrada trasladaba a una recepción con ambiente parisino, cortinas pomposas rojas, muebles antiguos pero conservados y en el centro una escalera en forma de caracol con alfombra polvorienta y barandilla de madera desgastada.
Durante esa noche el meneo de su cintura mientras ella dirigía la penetración, los movimientos de su lengua cuando le brindaba sexo oral y la imagen de ella vaciándose champagne encima de su cuerpo, conquistaron a su jefe al punto de modificar sus prioridades, convirtiendo a Julieta en su adicción y desplazando a segundo plano su esposa e hijos.
No he podido ir a la oficina debido a una reunión… nos vemos en la habitación de siempre al mediodía, que ese sea nuestro almuerzo.

Fue el mensaje de texto que su jefe le envió al celular. Apenas pasada media hora, salió de la colapsada oficina y tomó un taxi que la llevaba hacia otra sesión de sexo salvaje y prohibido, con su semental atrapado en cuerpo de cuarentón y traje de diseñador. En el camino recordaba a su madre quien siempre le decía:
La felicidad no se puede construir sobre la infelicidad de otras personas…

Pero la vida le había enseñado a Julieta que aquellas palabras eran falacias, las situaciones solían ser difíciles e incorrectas y ella no lucharía contra ese hecho, así significara tener sexo con un hombre casado, con novia, soltero o prostituto, simplemente viviría su vida a su antojo…
Mientras subía las escaleras en forma de caracol, Julieta se preguntaba qué haría la mujer de su jefe si se enteraba de aquel romance de oficina; no buscaba una respuesta pues aquello le importaba poco, solo quería alcanzar la excitación que esa situación peligrosa le provocaba. Abrió la puerta de la habitación y escuchó la ducha abierta… ¡Perfecto! pensó, le encantaba cuando el agua recorría el cuerpo de ambos en pleno apogeo. Siguió caminando al tiempo que se desvestía, dejaría la cartera sobre la cama cuando…
Querida que puntual eres, no tuve que esperarte más de 5 minutos. Lástima que no pauté nuestra cita para las 11:00 – hora a la que la mujer de su jefe le había escrito ya dentro de la habitación del hotel…
¿Qué es esto?- preguntó la ahora ingenua y alarmada Julieta. El pánico del descubrimiento era más intenso de lo que había imaginado…
¿Qué crees que es esto, zorrita? ¿Crees que la llegada de una mujercita de tu calaña a la oficina no ha sido vigilada? ¡Ja!… -respondió con aborrecimiento…
¿Qué es lo que quieres? – preguntó Julieta, dejando aflorar un poco de descaro.
Te quiero a ti… -respondió la esposa de su jefe al tiempo que se abalanzaba hacia Julieta.
Confundida y asustada, Julieta corrió hacia la puerta en un desesperado pero infructífero esfuerzo por huir de aquella psicópata quien más rápida y ágil, logró cogerla del brazo, hamaquearla, pegarla contra la pared y poner sus manos alrededor de su cuello.
Tú no vas a ningún lado… - gritó en su cara…
Totalmente descontrolada por la ira, abofeteó, golpeó y rasguñó el cuerpo semidesnudo de Julieta quien, pasado unos minutos cayó al suelo muy adolorida. Eso, sumado al cólera que sentía, le sirvió para arrastrar por los cabellos desde la habitación hasta las escaleras del hotel, a la mujer que se había entrometido en su matrimonio.
Espero que tengas un buen viaje hasta la recepción, zorra –le dijo con sonrisa de maquiavélica y acto seguido, sin remordimientos, la lanzó en dirección a las escaleras…
Luego de escasos minutos y con actitud triunfadora, bajó escalón por escalón. En la planta baja del hotel se respiraba olor a pánico y curiosidad. Dejó la llave de la habitación en la recepción y se acercó a mirar a Julieta quien lloraba y gemía de dolor, debía tener al menos 3 costillas rotas.
Las personas nunca aprenden por las buenas... no, no, no - expresó con satisfacción y se marchó del lugar.
NOTA DE LA ¿AUTORA?: este post lo dedico a todas las mujeres que, de alguna u otra manera, han sido víctimas de una perra del infierno... esperemos que la vida tenga preparado para ellas el doble de los sufrimientos que sin escrúpulos causaron...
Escrito originalmente 31/07/2011

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