Apenas llegué al colegio de magia y hechicería, me coloqué la túnica y caminé a paso veloz hacia las mazmorras donde dictaban la clase de historia de la magia. El lugar estaba polvoriento y solo, siendo mi única compañía una araña grotesca que se movía según mis pasos. Maldije mentalmente a Aragog por ser tan permisivo con sus hijas de 8 patas, que sin vergüenza, se pasean por los salones del instituto.
¿Exceso de pensamiento mágico? Pueden acusarme de ello, lo cierto es que comenzaba aquel miércoles de mi semestre 12 esperando la clase de historia de la medicina en un sótano poco acogedor, con una araña gigante que, así me consideren exagerada, me acosaba descaradamente. Muy [excesivamente] puntual la profesora apareció y transcurridos 20 minutos de “prehistoria… homo erectus… edad de bronce…” me pregunté qué variedad de WTF era aquella asignatura de mi pensum académico.
De vuelta al 2011 y varias horas luego de esperar a la antítesis de la puntualidad, comenzamos una clase de endocrinología que me sumergió en el trance más profundo. “25 mili equivalentes de potasio” fue la frase que me trajo de vuelta a la triste realidad de la medicina interna: no importa cuánto sepas sobre algo, nunca es suficiente… y si bien no aprendí nada nuevo de diabetología, aquella tarde supe por las malas que mis clases de medicina del trabajo son en el sótano MAS NO en cuarto piso.
El jueves continuaban mis prácticas endocrinológicas y con ellas mis trances ahora tiroideos. Cual Britney en “baby one more time”, Angela miraba como las agujas de un reloj imaginario se movían con lentitud. Cuando la menopausia se apoderó de mi tutora, me encontré libre para dirigirme a la clase más ansiada del semestre: sexología médica.
Dime, ¿Por qué inscribiste esta materia? –me preguntó la sexólogo.
Es que me gusta la mente humana y sabemos que eso está relacionado a la sexualidad… además me dijeron que la materia es genial, aprendemos de manera entretenida y bueno doctora, usted sabe que siempre tenemos alguna rotación que nos causa muchísimo estrés y necesitamos alguna catarsis, para mi sexología es un refugio.
Ok, me enamoraste. Tú eres la delegada…
Al unísono esto fue lo que sucedió en mi mente:
Superyo: este es el colmo Angela, ahora eres la niñera de tu sección
Ello: ¡Marica te la comiste! Eres como el gurú del sexo, la delegada de sexo.
Yo: 12 semestres evitando este cargo, y mírenme... “semestre 12 el semestre de lo posible”
***
El miércoles de la semana siguiente me disponía a bajar las escaleras hacia el sótano cuando me percaté que desde la pared 8 ojos me miraban con atención. Angela be cool me dije, debes llegar a tu clase de historia de la medicina, así que respiré profundo y valiéndome de un brinquito hui lejos del arácnido terrorífico. “Los mesopotámicos… los egipcios… las momias…” y la doctora nunca llegó a la parte donde le sacaban el cerebro a través de la nariz, a las que serian momias por los siglos de los siglos…
Ahora mí doctorado en “Forever esperando doctores” lo cursaba en el hospital de Las Garzas, lo cual me dificultaba más la existencia. Salir de clases en Las Garzas a las 12:45 para llegar al Razetti antes de las 13:00 era algo imposible a menos que durante ese lapso de tiempo desarrollara el poder de la teletransportacion o en su defecto, un carro only for me estuviese esperándome en el estacionamiento, ninguna de las dos sucedió.
Contra todo pronóstico –y con el carácter de faltar a reumatología- llegué a mi clase de sexología a tiempo –como buena delegada que soy- la cual transcurrió entre risas y sonrojos, frases como “A un amigo no se le niega un orgasmo… díganme nombres criollos de pene y vulva… masturbarse…” y lo cumbre, la morisqueta en vez de gracia de una compañera bastante insoportable.
Ay chama que vergüenza, dije que me masturbaba cuando mi pareja viajaba.
Me dijo ella en un intento por ¿reparar el daño? que según había cometido. Una yo bastante yo le dijo con picardía ¿y cuál es el problema? Eso no tiene nada de malo…
Es que eso es mentira… yo no hago eso.
Mi radar detectaba una FRIGIDA POR ELECCIÓN, espécimen femenino con el cual aun no se lidiar. Guiada por mi ello y con énfasis pregunté ¡¿TU NO TE TOCAS?!
Claro que no, ¿tu si?
Me preguntó con facies de juzgadora y actuación alarmista… ¿Yo? SIEMPRE, eso es demasiado rico…
Mujeres del mundo, el clítoris NO es un adorno. Basta de cometer el error de negarnos a conocernos como mujer; seguir considerando tabú una práctica sexual como la masturbación, debería ser penado por un comité femenino. Darnos placer a nosotras mismas no está mal, alcanzar un orgasmo no está mal, conocer nuestra sexualidad no está mal. Mal está avergonzarnos de una actividad natural y primitiva de nosotros mismos. Recuerden que hay quienes dicen que
El orgasmo es la manera de acercarnos a Dios…
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