Si, debo admitir que durante estas últimas semanas la pregunta más incómoda que pueda formulárseme es ¿Cómo estás?. Sin embargo, los humanos hemos desarrollado la mala costumbre de usar tal interrogante, al menos en un 85% de los casos, como una manera de saludar. Solo eso. Realmente no nos interesa la respuesta, la cual en mi caso se limita a un bien vale... tan apropiadamente actuado que es digno de un Oscar.
Subía a sexto piso con mi amigo el delegado –quien será apodado como delegado por siempre y para siempre- cuando:
¿Cómo te has sentido? ¿Cómo estás?
Su tono emanaba sincera preocupación; supongo que es lógico cuando en mis últimas apariciones públicas –momento Britney del post- he sido una especie de muerta viviente. Pronuncié un poco convincente bien… que cual efecto dominó, tiró al suelo una ficha en forma de pregunta:
Pero en sí, ¿qué ha hecho que pierdas el control?
Simplemente soy una persona complicada y difícil… y si la médico familiar que quiso jugar a mi terapeuta –porque NUNCA quiso referirme a un verdadero profesional = psiquiatra- escuchara aquellas palabras, exclamaría sin sutilezas:
ESO ESTÁ MUY MAL...
Sigue mi interrogante de si ella desaprobaba la sinceridad con la que aceptaba mis defectos, mis defectos en sí, o ambas cosas. No obstante así soy yo, el autocontrol de mis emociones es una asignatura pendiente de toda la vida. Mis palabras francas llevaron al delegado a concluir que:
Entonces eres como un barorreceptor, al mínimo cambio “POW”
De manera didáctica, el barorreceptor puede ser definido como una cosita –terminación nerviosa- sensible a los cambios –resáltese la palabra CAMBIOS- de presión arterial y cuyo trabajo es mandar una señal para que se produzca una respuesta controladora desde el cerebro y "no nos de una vaina” y "morirnos como unos pendejos”.
Sigo reflexionando sobre ese diagnóstico de barorreceptoritis crónica que surgió en menos de 3 minutos; soy así, una pequeña fibra nerviosa que capta instantáneamente hasta el mínimo de los cambios, los asimila como amenazantes y los maneja con dificultad. Lo patológico del asunto es que, las respuestas desencadenadas por mí, no suelen ser nada amenas.
No entiendo por qué las cosas cambian, y por consiguiente no acepto los cambios. Si todo está bien –aplicado a cualquier ámbito de la vida- ¿por qué sucede algo que ponga todo patas arriba? ¿Simple sadismo de la vida?
HOLA, SOY ANGELA Y SOY UN BARORRECEPTOR
Escrito originalmente 22/07/2011
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