Desde que aprobaron mi anteproyecto hace unas cuantas semanas me he dedicado a pensar en las cosas importantes de este hecho: ¿Qué ropa usaré para la discusión de mi tesis?, porque tan importante ocasión de mi vida amerita un look digno de The Red Carpet. Así pues, me he transformado en una verdadera diva –he fortalecido mi lado diva, mejor dicho- eligiendo las prendas que deseo vestir.
Con un concepto muy concreto de lo que quería respecto a diseño, forma, largo, color, número de piezas, zapatos y pare usted de contar –controladora consumada- debía emprender el verdadero reto de encontrar aquello que quería en mi país, más exactamente en el oriente del mismo –esa región donde Macondo es metrópolis…
Aceptado el reto, comenzábamos la búsqueda por el atuendo perfecto –clavado en cada pedacito de cerebro encargado de mi memoria- cuando se cruzó en nuestro camino algo digno de denominar sucursal del inframundo. Aquella micro-tienda que exhibía más de un vestido bonito, parecía ser un lugar con potencial en lo que era mi interminable búsqueda… sin embargo, entre vestidos interesantes se escondían tres personajes difíciles de recordar, imposibles de olvidar.
Una cincuentona con errónea convicción de glamour y refinamiento acompañada de dos púberes eran las aspirantes a satisfacer mis quisquillosas preferencias fashionistas; sin embargo, pocos minutos me bastaron para saber que cualquiera que fuese su experiencia interactuando con el público en el oficio de vendedoras, no habían aprendido aun que el cliente siempre tiene la razón. ¿Eres una ballena y quieres un pantalón talla 4? Usted tiene la razón… ¿Se entendió mi punto? ¿No? Fácil de entender: el cliente es quien tiene el dinero, no se le discute…
Te puedes comprar esta falda negra de corte alto, una blusa rosada y unos zapatos plateados… eso sería mejor…
Palabras con las que intentó fallidamente convencerme la púber menos “graciosita” de las dos. ¿Acaso aquellas mujeres mostraban sordera selectiva hacia mis palabras o de nuevo mi arameo –que empiezo a pensar es pársel- se manifestaba de nuevo?... quizás en uno de mis universos paralelos me verás vistiendo aquello, improbable pero no imposible, pensé.
¿Y tú piensas usar rosado? ¡Ja! ¿Tú no has notado que eres muy blanca y eso te haría lucir casi transparente?
Rebuznó la cincuentona ridícula quien dejó escapar su consternación ante una yo que había rechazado cada prenda del lugar... Mejor, me encanta ser blanca, si puedo verme pálida sería un éxito para mi, le dije con la esperanza de que mi sinceridad la hiciera molestar… más...
Tu deberías usar es un azul rey, un rojo, ¿Cómo vas a decir que quieres ser pálida? Entiende, esto es magenta, azul rey, madre perla, (insertar aquí cualquier otro nombre estúpido de color)…
La ira de la vendedora/dueña de la tienda sucursal del inframundo, empezaba a disminuir a niveles críticos la tolerancia de la cual últimamente carezco, fue por ello que decidí marcharme antes de exponer mi opinión médica-estética sobre lo tanto que su cara necesitaba un poco de botox.
Días después, mi mamá y yo decidimos darle otra oportunidad a Puerto la Cruz, y justo en el lugar menos pensado, ella encontró el vestido más rosado, vintage y único que había visto durante esta búsqueda… si, ya está en mi closet, por lo que podemos tachar de la lista VESTIDO y por otro lado subrayar con resaltador fluorescente la pequeña misión pendiente de…
ARMAR MI TESIS
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